Santiago amaneció excitada y alterada. Los vecinos no hacían más que
hablar del acontecimiento. En las clases, profesores y alumnos comentaban el
suceso: había llegado un tucán a Santiago. Jamás habíamos visto uno de cerca…ni
de lejos. El ‘Ramphastidae’ –nombre científico del tucán- fue un gran hecho histórico
para el pueblo. Por poco Don George y Doña Helen declaran feriado para ir a
observar al pajarraco de pico grande y multicolor.
La verdad es que era hermoso. Su gran pico de colores brillantes muy
llamativos, hacía fácil seguirlo por el pueblo. Su itinerario era definido; de
la iglesia evangélica al comedor, del comedor a la plaza para posarse en las
ramas de un totaí; del totaí a casa de mis padres, donde mi querida madre le
daba un plátano entero pelado cerca de un papayero, antes de ir al Colegio.
Cecilio decía que el tucán era evangélico, porque jamás se había dirigido
hacia el sector de la iglesia católica, y nunca se había posado en las enormes campanas.
Y yo me lo creí, e iba pregonando por todo el pueblo que el tucán era evangélico;
hasta que el italiano del boliche se enteró y se lo dijo a mi padre.
¡Ya se lo pueden imaginar! Aún me duele el tirón de patillas cuando lo
recuerdo. ¿De dónde se habría sacado Cecilio semejante idea?
Lo cierto es que el tucán se convirtió en un divertimento del pueblo. Pero
no todas las historias terminan bien.
Un día encontraron al tucán muerto cerca del riachuelo; se rumoreaba
que unos niños de la Escuela Fiscal lo habían apedreado. Dicen que lo hicieron
porque la preciosa ave multicolor jamás se acercaba a sus dominios.
¿Será verdad que el tucán era evangélico como decía Cecilio?
¿Será verdad que el tucán era evangélico como decía Cecilio?
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